domingo, 7 de octubre de 2012

El psicólogo

Ahora mismo estoy en la sala de espera de un psicólogo.
Yo no pretendía venir pero mi familia se ha ido alejando de mí debido a mi problema...

Todo empezó con mi afición a las películas de psicópatas. Pero la afición se convirtió en obsesión y mi vida ha llegado a ser un infierno. Veo psicópatas donde no los hay.
Me encerré en casa con miedo de salir a la calle. Mi familia intentó convencerme de que aquello era una tontería, pero yo me cerré en banda y no quise escuchar a nadie. Así que se fueron alejando de mí y yo me quedé sola con mis miedos.

Hoy he decidido que no puedo seguir así y he llamado a mi hermana para decirle que iba a buscar ayuda profesional.
Y aquí estoy esperando.

-Señorita Amanda Salazar. -Me llaman y me pongo en pie pensando en lo poco que me gustan mi nombre y mi apellido juntos. Por separado sí, pero juntos tiene  muy poca armonía. Es lo que he pensado toda la vida, pero bueno, como habréis podido comprobar, soy de manías.

Entro en la consulta decidida a dejar allí todos mis temores.

-Buenas tardes, señorita -me dice, muy amable, el psicólogo. -Túmbese en el diván, por favor. Cuénteme.

Le obedezco y comienzo:

-Bueno... verá... Mi problema es... -titubeos y más titubeos. Debo hablar ya, sin rodeos. -Hace unos meses empecé a ver películas en las que aparecían psicópatas y poco a poco se ha ido convirtiendo en una obsesión...

Se lo cuento todo, incluso aquella vez que ataqué a un policía porque pensaba que me iba a acribillar a balazos con la reglamentaria.

-Amanda... ¿Es así como se llama?

-Sí, así es.

-Bueno, mire, no le negaré que existen los psicópatas, pero... ¿No sería raro que se le cruzara  uno precisamente a usted en su camino? Sin embargo... -su voz ha cambiado, no logro identificar muy bien el tono, pero, sin duda, no es el tono amable de antes. -A alguien deben cruzárseles. Es como una lotería. Ya me entiende, improbable pero posible.

-Oiga, ¿usted quiere ayudarme o asustarme más? -Me incorporo del diván para recriminárselo. Entonces me doy cuenta de que lleva un revólver en la mano y que me está apuntando con él.
Trago saliva, confundida.

-¿Qué... qué está haciendo?

-Como le estaba explicando -ahora identifico su tono de voz: es ironía mezclada con sarcasmo, -es raro que te mate un psicópata y luego juegue con tu cuerpo, pero ocurre y a ti te va a ocurrir. ¿No es curioso?

No puedo articular palabra. Mi fobia va a dejar de ser mera fobia para convertirse en realidad. Tengo delante a un loco con un revólver que va a matarme y quizás después me descuartice.

¿En qué piensas? Bueno, no tengo tiempo para psicoanalizarte. Voy a matarte ya.

Entonces amartilla el arma. Dispara y la bala impacta en medio de mi frente,.

Sobra decir que estoy muerta.

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